miércoles, 14 de diciembre de 2022

EDUCACIÓN SUPERIOR CON ACREDITACIÓN EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

 


EDUCACIÓN SUPERIOR CON  ACREDITACIÓN EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE


 

EDUCACIÓN SUPERIOR CON  ACREDITACIÓN EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Acreditar corresponde a dar fe pública de la calidad de las instituciones o de los programas de estudio; es brindar información a los ciudadanos y a las autoridades garantizando públicamente que los títulos otorgados logran niveles predefinidos; es comprobar oficialmente que una institución educativa o un programa específico cumple o no con los requisitos de calidad y, por tanto, los certificados que otorga son válidos o no.  A la vez, la acreditación debe estimular la búsqueda continua de calidad y facilitar la movilidad de estudiantes y profesores. (Días Sobrinho[1] 2005).

 

La acreditación no es  un decir, va mas allá, requiere de un cambio de actitud, de hacer y de pensar de todos los que están comprometidos con la educación, mostrar frente a esta una actitud  de liderazgo organizacional, para acreditarse se  tiene que trabajar en equipo comenzando con una sensibilización, luego  una autoevaluación, plantear  planes de mejora y eso requiere de un periodo de aprendizaje y de cambios de actitud.

 

En Colombia la Ley 30 de 1993 creó el Sistema Nacional de Acreditación para las Instituciones de Educación Superior. Allí se determina que la acreditación es temporal y que las instituciones pueden acogerse voluntariamente a ella en uso de su autonomía. El artículo 53 especifica que el objetivo fundamental de este Sistema es garantizar a la sociedad que las instituciones que hacen parte de él cumplen los más altos requisitos de calidad y que realizan sus propósitos y objetivos.

 

La acreditación es el sello de calidad que otorga el Estado a un programa académico o institución después de realizar un proceso de evaluación. El reconocimiento, la búsqueda y la promoción de la calidad en la educación superior son la razón de ser de la acreditación.

El artículo 55 de la Ley 30 estipula que la autoevaluación institucional debe ser una tarea permanente de las Instituciones de Educación Superior.

 

Los países de América Latina y el Caribe son suelo fértil para las transformaciones impulsadas desde afuera, en las que la acreditación y la evaluación universitarias tienen un papel bastante destacado. Esas transformaciones están interpenetradas por importantes cambios conceptuales e ideológicos. Por ejemplo, las nociones de público y privado, o de bien público y mercado, son objeto de duras disputas, pero sus fronteras y sus significados frecuentemente se difuminan o se mezclan. (García Guardilla[2], 2004: 124).

 

En ese sentido los establecimientos educativos privados que se orientan a la excelencia en la gestión pueden optar por procesos de acreditación o certificación, que incorporan autoevaluación, evaluación externa y procesos de mejoramiento. Los procesos de acreditación son más exigentes, pues incorporan fuertemente los procesos misionales, es decir los educativos, los que son incluidos extensamente en la autoevaluación y revisados por pares académicos, tanto para el rector, como para las áreas de conocimiento impartidas, bienestar e infraestructura. En los procesos de certificación, un auditor o grupo de auditores verifica que el establecimiento educativo se ajusta a los requisitos del sistema o modelo de gestión.

 

En Colombia, tal y como ocurrió en varios países del continente y de Europa en la década pasada, se adoptaron varias medidas que se vieron reflejadas en diferentes políticas educativas que pretendían garantizar la calidad en la educación superior. En el contexto internacional más amplio, el marco de estas acciones fue el viraje de la relación entre el Estado y la educación, que transformó la forma de intervención estatal en la solución de los problemas del sector educativo y, por ende, la concepción y diseño de la política educativa. Mientras que, en el ámbito nacional, el surgimiento de las políticas encaminadas al mejoramiento de la calidad se enmarcó en un contexto educativo caracterizado por la proliferación de instituciones y programas de educación superior (como consecuencia de lo dispuesto por la Ley 30 de 1992), el incremento de la demanda y de la matrícula, la diversificación de la oferta y la mayor participación del sector privado en la oferta.

 

La evaluación y la acreditación constituyen procesos capaces de promover valiosas oportunidades de cooperación internacional y de integración regional. Las necesidades de validez internacional de titulaciones, programas y disciplinas estimulan los intercambios entre instituciones y comunidades disciplinares, e inducen acuerdos referentes a estándares comunes de calidad, «con lo cual se facilita el control sobre la mala práctica y las ofertas mercantiles (Stubrin[3], 2005).

 

Los procesos de evaluación y acreditación universitaria son de suma importancia porque permiten certificar ante la sociedad, la calidad de los recursos humanos formados y de los procesos que tienen lugar en una institución educativa. En estos procesos se manifiesta el esfuerzo de todos los trabajadores universitarios en la búsqueda de la excelencia, que es la máxima aspiración. Tiene un significado especial porque la universidad se mira por dentro y es vista por los demás que en definitiva son sus usuarios porque en cualquier área de trabajo o de la vida en general está presente el papel de sus egresados por tanto su pertinencia, relevancia y calidad es de tiene una gran repercusión económica, política y social en general.

 

En ese sentido los procesos de evaluación y acreditación universitaria son una vía muy eficaz para comprobar la efectividad de los procesos que dirigimos, desde una mirada cooperativa, colaborativa, participativa, donde todos nos implicamos desde lo cognitivo y afectivo motivacional, a través del cual le damos seguimiento a nuestras prácticas comprobando qué hacemos, cómo lo hacemos, para qué lo hacemos, y así rediseñar nuestras estrategias y estilos de proceder, este proceso debe acompañar a nuestro quehacer cotidiano, es una procedimiento que debe perdurar, y no perder su verdadera esencia, ni el entusiasmo para continuar con estos procesos perfeccionándolos en el quehacer diario.

 

El proceso de evaluación y acreditación universitaria es uno de los retos principales que asume la nueva universidad integrada para asegurar la calidad de la formación permanente de los profesionales que requiere el país, capaces de enfrentar las transformaciones económicas, sociales y educacionales y su contribución al mantenimiento de indicadores de eficacia, eficiencia y pertinencia en un contexto educacional de calidad para todos. Buenas prácticas logradas en este sentido nos indican que para lograr resultados satisfactorios se hace necesaria la gestión adecuada de los procesos, la creación de una cultura de calidad en la vida universitaria y alcanzar la excelencia en todo lo que se hace, a través de la mejora y la optimización de cada proceso universitario.

 

En concordancia con lo anterior, La RIACES busca contribuir al reconocimiento de títulos, periodos y grados de estudio, facilitar la movilidad, colaborar con el fomento de acciones de garantía de la calidad, apoyar el desarrollo de instancias de evaluación y acreditación en los países donde todavía no existan y, sobre todo, impulsar la reflexión sobre escenarios futuros de la educación superior (Lemaitre[4], 2005).

 

Los procesos de acreditación y evaluación universitaria resultan de gran valor para el desarrollo de los procesos sustantivos de la universidad, debe constituir un estilo de los colectivos laborales que permita trabajar con la mejora y elevar la calidad en la formación de los profesionales. La práctica compartida en varios procesos de evaluación y acreditación universitaria alertan que la mejora y la gestión resultan categorías básicas, la primera debe verse dentro de la propia gestión y tienen un marcado carácter estratégico que provoca una práctica educativa enriquecida y que exige su autoevaluación sistemática.

La acreditación de programas académicos, como un medio para reconocer y asegurar la calidad de la educación superior, tiene su antecedente inmediato en los procesos de evaluación que adquirieron importancia creciente en el mundo a partir de la década de los años ochenta. A través de la acreditación, el alumno no solamente obtiene la certeza de que cursa un programa académico de calidad, también accede a beneficios adicionales como el intercambio internacional en las Instituciones de Educación Superior que lo ofrezcan, pues un elemento esencial para contemplar el intercambio estudiantil en este ámbito, es que el alumno provenga de un programa académico acreditado por su calidad.

 

Sin embargo, cualquiera que sea la decisión de las autoridades y de la comunidad académica, “es importante que la evaluación no se reduzca a controlar ni suponga la supresión de la autonomía y de la libertad intelectual, sino que sea un instrumento para elevar la conciencia de los problemas, para potenciar los sentidos de los fenómenos y para proyectar nuevas posibilidades de construcción” (Días Sobrinho[5], 2002: 145).

 

La educación ha sido siempre en las sociedades una condición de posibilidad de la vida colectiva. Sólo a través de ella la sociedad logra mantenerse unida alrededor de los principios que le dan identidad y que dan coherencia a las acciones de los asociados. La educación permite la apropiación por las nuevas generaciones del acumulado de conocimientos y técnicas construidos y sintetizados a lo largo de la historia y, también, la generación de nuevos conocimientos que la sociedad requerirá para enfrentar problemas en el futuro. Las sociedades dependen de la educación para mantener y para enriquecer su vida espiritual y su vida material. La educación debe hacer posible la construcción permanente de conocimiento, la ampliación de las posibilidades de desarrollo de las sociedades y el enriquecimiento constante de su capacidad de comprensión de sí mismas y de su entorno.

 

Las instituciones de educación superior cumplen una tarea fundamental en la formación de competencias que se requieren para la productividad creciente de la sociedad y para la vida democrática. A la educación superior le compete formar intelectuales capaces de responder a las necesidades sociales con la herramienta de los conocimientos actuales, y de pensar y proponer alternativas viables de desarrollo que sean coherentes con los ideales establecidos a lo largo de la historia y expresados en las normas legales. La educación superior es responsable de la formación de profesionales capaces de crear conocimiento y de proponer nuevas formas de análisis y nuevas herramientas y relaciones de trabajo en todas las áreas. La educación superior es, en síntesis y como dice la Constitución, un servicio público que tiene una función social estratégica y que por tanto debe ser prestado con la mayor calidad posible.

 

En este contexto, la evaluación y la acreditación han pasado a convertirse en imperativos, ya que garantizan a la sociedad la calidad y credibilidad de los procesos educativos y sus resultados. En Colombia, donde existe una gran heterogeneidad en la oferta de educación superior, que se expresa no sólo en la multiplicación de programas distintos sino también en importantes diferencias de calidad, la acreditación tiene un papel estratégico dentro de la política orientada a promover el mejoramiento del sistema de educación superior. Y como la educación es un servicio público que tiene una función social, las instituciones responsables de la educación superior deben, por tanto, rendir cuentas ante el Estado y la sociedad sobre el servicio que prestan. De hecho, la Ley General de Educación estableció que todo programa de formación de docentes debe demostrar previamente que satisface ciertas exigencias mínimas de calidad; al Consejo Nacional de Acreditación se le ha asignado hasta ahora la tarea de apoyar al Gobierno en la aplicación de esta norma. Además, un número importante de instituciones ha venido comprometiéndose voluntaria y autónomamente en el proceso de reconocimiento de alta calidad de programas establecido en la acreditación creada por la Ley 30 de 1992. La evaluación implicada en el proceso de acreditación hace explícitas las condiciones internas de funcionamiento de las instituciones y pone en evidencia sus fortalezas y debilidades. De este modo, constituye un punto de partida muy sólido para los procesos internos de mejoramiento institucional y se convierte en un referente claro para que los usuarios potenciales de la educación superior puedan hacer una elección suficientemente informada.[6](Comisión nacional de acreditación. MEN. República de Colombia.)

 

Mora Alfaro expresa la preocupación por la inserción y la integración a escala regional: “El desafío de la articulación de la educación superior y de los sistemas de aseguramiento de la calidad, para la superación de la persistente dispersión de los SES, continúa siendo uno de los retos más significativos para la educación superior centroamericana” (Mora Alfaro, 2005: 154).

 

La evaluación de la calidad correspondiente a la acreditación institucional se centra en el cumplimiento de los objetivos de la educación superior que incluyen naturalmente, como elementos universales, la formación integral, la creación, el desarrollo y la transmisión del conocimiento y la contribución a la formación de profesionales y consolidación de las comunidades académicas. Se centra, además, en el logro de los postulados de las misiones y proyectos institucionales y en la pertinencia social, cultural y pedagógica de esas misiones y proyectos; además, atiende a la manera como la institución afronta el cumplimiento de sus funciones básicas en los distintos campos de acción de la educación superior, al clima institucional, a los recursos con que cuenta y a su desempeño global. Cuando se habla de instituciones resulta necesario enfatizar el vínculo entre pertinencia y calidad: a la exigencia académica sobre la calidad de los programas, que también resulta ser esencial cuando se juzga sobre la institución como un todo, se añade, en este caso, una exigencia particular relacionada con su papel social.

 

 

 

 

La Ley 30 de 1992, mediante la cual se organizó la educación superior, define unos objetivos generales para las instituciones educativas de este nivel. Tales instituciones pueden ser públicas o privadas.

 

En Colombia, las instituciones de educación superior, según esta Ley, deben profundizar en la formación integral de los colombianos, capacitándolos para cumplir las funciones profesionales, investigativas y de servicio social que requiere el país; deben trabajar por la creación, el desarrollo y la transmisión del conocimiento en todas sus formas y expresiones y promover su utilización en todos los campos para contribuir a señalar y solucionar las necesidades del país; deben prestar a la comunidad un servicio con calidad; deben ser factor de desarrollo científico, cultural, económico, político y ético en el ámbito nacional y regional; deben actuar armónicamente entre sí y con las demás estructuras educativas y formativas y contribuir al desarrollo de los niveles educativos que preceden a la educación superior; deben promover la unidad nacional, el desarrollo y la integración regional y la cooperación institucional, con miras a que las diversas zonas del país dispongan de los recursos humanos y de las tecnologías apropiadas que les permitan atender adecuadamente sus necesidades; deben promover la formación y consolidación de comunidades académicas nacionales y su articulación con sus homólogos en el ámbito internacional; deben promover la preservación de un medio ambiente sano y deben conservar y fomentar el patrimonio natural y cultural del país.

 

Para la Acreditación, la educación superior debe ser un espacio de búsqueda y transmisión de conocimiento en un ambiente de convivencia, de paz y de libertad, en un clima democrático, participativo y pluralista; debe ser factor esencial para el desarrollo integral de los colombianos y debe contribuir a la soberanía y al logro de la unidad nacional, a la protección de su diversidad natural y cultural y de su patrimonio simbólico, a construir una actitud consciente para la preservación del medio ambiente y a afianzar entre los ciudadanos el respeto a la dignidad humana y la vigencia plena de los derechos humanos.

 

La calidad está determinada por la universalidad, la integridad, la equidad, la idoneidad, la responsabilidad, la coherencia, la transparencia, la pertinencia, la eficacia y la eficiencia con que la institución cumple con las grandes tareas de la educación superior y se expresa, como se ha dicho, en un conjunto de aspectos que permiten reconocer si se cumplen o no las condiciones para la acreditación institucional.[7] (Comisión nacional de acreditación. MEN. República de Colombia.)

 

La calidad actual del sistema de educación superior en nuestro país es la resultante de un proceso histórico en que se han conjugado factores, tanto endógenos como exógenos, que han afectado el desarrollo de las funciones sustantivas en las instituciones. Basta recordar los cambios ocurridos a raíz de la promulgación de la Ley 30 del 92 para advertir la dinámica compleja del sistema global de la educación superior y su heterogeneidad interna.

 

Los distintos aspectos que se tienen en cuenta para la acreditación institucional se separan analíticamente, pero constituyen un todo orgánico que debe enlazar acciones y agentes, de modo que se asegure el cumplimiento de los fines de la manera más plena y eficiente. Por esa razón se ha insistido en que la calidad no es una suma de aspectos, sino una totalidad en la cual las relaciones entre aspectos y los vínculos entre la organización y su contexto resultan muy relevantes. La institución es un todo en proceso de cambio que interactúa con la sociedad y se define por su historia y por sus proyecciones.

 

Como parte de este proceso, la acreditación de programas académicos también se está internacionalizando. Estas consideraciones son las que han llevado a la Red Iberoamericana para la Acreditación de la Calidad de la Educación Superior (RIACES) y al CNA, en colaboración con otras agencias nacionales de acreditación de países Iberoamericanos, a diseñar y desarrollar dos proyectos pilotos orientados a desarrollar nuevos instrumentos y prácticas para la "acreditación internacional"[8]. (Comisión nacional de acreditación. MEN. República de Colombia).

 

Las relaciones entre internacionalización y educación superior responden inicialmente a un fenómeno difuso. La internacionalización se asocia con la calidad de la educación superior y con el prestigio de las instituciones. Los fundamentos de esta asociación son tanto objetivos como subjetivos. Se basan en la existencia de contenidos y métodos docentes actualizados e innovadores, por una parte, y en una generalizada valoración y reconocimiento institucional a nivel internacional, por otra.

 

El énfasis de la internacionalización de la educación superior se expresa fundamentalmente a través de la movilidad de los estudiantes, cuestión sobre la que se incide desde las instituciones, las organizaciones intergubernamentales y las agencias de cooperación, poniéndose en marcha numerosas iniciativas y programas.

 

En la actualidad, la internacionalización[9], además de incluir lo señalado anteriormente, se asocia con procesos y objetivos heterogéneos en los que se mezclan motivaciones culturales, educativas y económicas. Entre los objetivos y procesos implicados en la internacionalización se pueden destacar los tres siguientes:

Ø  La ampliación de la oferta educativa en espacios supranacionales.

Ø  Las nuevas modalidades de estudios que surgen por la virtualización de la Educación superior.

Ø  La compatibilidad y comparabilidad a nivel internacional de los sistemas nacionales de educación superior, que en algunas ocasiones se expresa como convergencia de estos sistemas.

 

La ampliación de la oferta educativa en espacios supranacionales surge con el objetivo de aumentar el campo de acción y de influencia de las instituciones, de incrementar el número de alumnos, así como de mejorar los ingresos financieros. Existen diferentes modalidades, desde la simple exportación de paquetes docentes hasta programas de estudio conjuntos entre instituciones nacionales y extranjeras a través de alianzas y consorcios. La educación transnacional puede responder a un gradiente muy variado de colaboración interinstitucional y de modalidades de estudio.

 

La consideración por la Organización Mundial del Comercio (OMC) de la educación superior como un servicio exportable abre el camino a la posible liberalización de las fronteras para los servicios de la educación superior y a la aparición de nuevos proveedores de educación con una visión estrictamente comercial que entren en competencia con instituciones nacionales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Referentes

 

Borchert. M.A. (1994). Master’s educ a guide for faculty and administrators. Statement. New York. College. Retin Equities.

 

DIAS, Sobrinho, José (2005). Dilemas da Educação Superior no mundo globalizado. Sociedade do  conhecimento ou economiado conhecimento? Casa do Psicólogo, São Paulo,  disponible en: http:/lic.daad. De/carreras/estudios.htm.

 

LAMARRA, Fernández Norberto (2003). La educación superior Argentina en debate. Eudeba/IESALC-UNESCO, Buenos Aires, Argentina.

 

LAMARRA, Fernández Norberto (2010). UNTREF. La educación superior en América Latina y su articulación con los espacios europeos e Iberoamericano. Posibilidades y límites. Buenos Aires, Argentina.

 

LEMAITRE, María José (2005). Redes de agencias a nivel mundial y regional, en: MORA, José-Ginés y  FERNÁNDEZ LAMARRA, Norberto, Educación superior. Convergencia entre América Latina y Europa [Procesos de Evaluación y Acreditación de la Calidad], Editorial de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, Buenos Aires.

 

LÓPEZ, Romero María de los Ángeles. Facultad de Ciencias de la comunicación. Universidad de Sevilla. Los estudios de post grado en el mundo.

 

MUJICA, Cordano José. (2013). 68ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. New York.

 

OEA. (2016). Organización de los Estados Americanos. Becas.

 

Página Web del Centro de Información del Servicio Alemán de Intercambio

Académico (DAAD) en Caracas, disponible en: http://ic.daad.de/caracas

 

RIACES (2004).Glosario internacional de evaluación de la calidad y acreditación, Documento Madrid 2. RIACES (Red Iberoamericana para la Acreditación de la Calidad de la Educación Superior), editado por Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, Orense, Madrid.

 

 



[1] ACREDITACIÓN DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE.DIAS, Sobrinho (2005)

[2] (García Guardilla, 2004: 124).

[3] (Stubrin, 2005).

[4]

[5] (Días Sobrinho, 2002: 145).

[6] Comisión nacional de acreditación. MEN. República de Colombia.

[7] Comisión nacional de acreditación. MEN. República de Colombia.

[8] Comisión nacional de acreditación. MEN. República de Colombia.

[9] La dimensión internacional en los procesos de evaluación y acreditación de la educación superior. Jesús Sebastián.

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